Sobre mi

Hace tres décadas que soy emprendedora.
Mi vocación es crear empresas innovadoras y con impacto real, capaces de marcar tendencia. También soy consejera y asesora de empresas familiares y startups, y patrona de la Fundación Diversidad. A lo largo de este camino, ha habido una constante: vincularme a proyectos con impacto positivo, no solo económico, sino también social y medioambiental.

Rusticae

En 1996, con 20 años y muchas ganas de cambiar las cosas, cofundé Rusticae, un club de pequeños hoteles con encanto que hoy reúne a más de 250 alojamientos en 16 países. No fue únicamente un negocio, supuso una transformación en el turismo español, apostando por la calidad, la sostenibilidad y la revitalización de la España vaciada a través de su patrimonio arquitectónico, gastronómico y paisajístico. Tres décadas después, hicimos un exit al Grupo Barceló

PlenEat

En 2016 lancé PlenEat, un proyecto pionero de comedores corporativos, catering y vending con comida 100% ecológica y de proximidad. Un modelo que llevaba salud a la ciudad, ayudaba a fijar población en el medio rural y cuidaba del planeta. Pese a su éxito y gran acogida en el mundo corporativo, no logró sobrevivir a la pandemia y a finales de 2021 tuvimos que cerrarlo

Ancla.life

En 2022, junto a grandes emprendedores como Diego Ballesteros, Juan Pablo Nebrera, Gustavo Díez o Íñigo Juantegui, cofundé Ancla.life para afrontar un problema que ya no se puede ignorar: la crisis de salud mental en el mundo emprendedor y directivo. Desde esta organización sin ánimo de lucro ofrecemos formación, grupos de apoyo, coaching, ayuda psicológica e investigación científica para prevenir el desgaste extremo en entornos laborales de alta exigencia

Inspirar para Transformar

Mi vocación emprendedora también me ha llevado a atravesar momentos muy difíciles. Un burnout severo y una depresión fueron un punto de inflexión: me obligaron a replantearme cómo trabajaba… y para qué. Aquellos momentos oscuros resultaron ser, con el tiempo, un regalo. El regalo de parar, de repensarme, de tomar consciencia de cómo me autosaboteaba con una carga de trabajo insostenible y una autoexigencia desbordada. De comprender que vivir instalada en el estrés crónico y en la ansiedad no podían ser el camino -ni para mí, ni para lograr el impacto que tanto anhelaba-.
Hacer terapia, practicar yoga y kriyas cada día, abrir espacio a la espiritualidad o ponerme en manos de una de las mejores kinesiólogas marcaron un antes y un después. No fue fácil, pero es lo mejor que me ha pasado.